Pueblo Abierto
Hace seis años tuve la suerte de participar de un festival que se hacía en Cachi, Salta, vendiendo escabeche de conejo en un puesto en la plaza del pueblo. Me instalé en una de las mesadas de madera que había dispuestas en forma de u, la vestí con un poncho de Seclantás y acomodé los frascos encima. No sabía que ese día estaba empezando a transitar un nuevo camino laboral. Era un festival que nunca se había hecho en la zona y lo organizaban unas chicas de Buenos Aires que me sonaban de nombre pero que no conocía. Cerca del mediodía la plaza se llenó de gente, todos los productores ya estaban instalados mostrando sus productos; en el aire había olor a comino y pimentón. Alguien vino y me ofreció una porción de locro gratis, sonaba una zamba a lo lejos, era imposible distinguir la letra. Me pareció mágico. Sin entender muy bien de qué iba el festival me di cuenta de que estas dos chicas “extranjeras” armaron un fiestón de aromas, colores, culturas y universos diferentes de la que todos queríamos formar parte sin saber muy bien porque. Ese día conocí a Delfina Magrane y Carol Merea: madres, creativas, emprendedoras, comprometidas, gauchas del llano y del mundo; mujeres con don de gente; dos personas que siempre quiero que formen parte de mi vida porque ayudaron a formar parte de mi genio; los corazones detrás de Pueblo Abierto.
TEXTO: CECILIA PINEDO | FOTOS: JOSÉ PEREYRA LUCENA

¿Cómo definirían Pueblo Abierto?
DELFINA: Es un festival gastronómico cultural itinerante que se lleva a cabo en distintos puntos de la Argentina; es una aventura. Un experimento. Al menos nació como un experimento. Pueblo Abierto son cuatro días donde cenas con alguien y lo te lo cruzás después en la plaza vendiendo su queso de cabra. El fin es poder vivir el pueblo de fiesta. De fiesta significa que todo salga para afuera.
CAROL: Es un intercambio entre lo que sucede ahí, en el pueblo, que nosotras antes exploramos y contamos, con lo que llevamos y la experiencia personal de cada persona que va a disfrutar del festival. Ese me parece que es el atractivo.
D: Es como una alquimia que se arma. Nosotras elegimos llevar ingredientes que vienen de muchos lugares diferentes y mezclarlos con los ingredientes que hay allá. Como una gran cocinada.



¿Cómo surgió la idea de empezar con el festival?
C: Delfi me llamó para “hacer algo”. Ella siempre había estado muy involucrada en el mundo de la gastronomía, que no tenía mucho que ver con lo mío. Yo acababa de vender mi productora de vestuario y estaba tomándome un año sabático. De hecho, así nos conocimos: vino a comprar un vestido. Unos meses después nos encontramos en una reunión de padres; nuestras hijas iban juntas al colegio. Pero bueno, me llamó. Lo único que teníamos en claro es que lo que sea que fuéramos a hacer tenía que ser en Cachi porque era la pasión de Delfi.
D: Claro. Me fui a vivir a Cachi a los 21 porque quería ser una Indiana Jones o algo así (se ríe). Me apasionaba Salta. Llegué a Cachi y armé una red con artesanos y tejedores para vender sus cosas en José Ignacio. Iba siempre en el verano porque mi cuñado tiene un restaurante ahí (La Huella). Un día conocí a Fer (Fernando Trocca, chef), nos enamoramos y recorrimos el mundo juntos. Aprendí mucho a su lado. Pero siempre me quedó esa idea de que no tenía nada que ver cómo se comunican las cosas en el mundo donde nos movemos, en Bs.As. y lo que se cuenta allá, en los Valles; son mundos opuestos.
Justo empezaban a haber muchos movimientos, como Mistura en Perú, y pensé en lo divertido que sería que mis amigos cocineros fueran a cocinar a Cachi. Quería que fueran todos a cocinar allá, me parecía un programón. Se podría decir que nació porque me parecía un gran programa que distintas personas se diviertan en un contexto al que no estaban acostumbradas.

¿Por dónde se empieza a armar algo como Pueblo Abierto?
D: Primero tenemos que conocer el lugar donde se va a realizar. Conocerlo en profundidad y hacerlo propio. Viajamos muchísimo para entender la identidad local. Buscamos personas del pueblo que nos puedan ayudar y ellos nos presentan a la tía que hace un mega guiso, al primo que se mete en los esteros todas las semanas y lo único que quiere es ser guía de turismo, a la reina del dulce de mamón, al intendente. Vemos las historias que hay y cómo las vamos a contar. Por ejemplo, la quínoa. ¿Qué queremos decir de la quínoa? ¿Cómo la contamos desde la gastronomía? Terminamos muy involucradas con cada lugar y felices de haberlo conocido. Siento que Corrientes, La Pampa, Salta, Rodrigo Bueno, son parte mía. Terminamos sintiéndonos parte de cada lugar, y eso nos gusta.
C: Y además es una ganancia enorme, como hacer un master, es un shock. Porque te metés en muchos aspectos: lo político, lo cotidiano más fundamental; tocamos todas las capas para entender y para organizarlo. Pueblo Abierto sólo me da satisfacciones. Severas y permanentes. Hasta cuando las situaciones son adversas y el contexto es complicado. El claro ejemplo es el laburo que estamos haciendo en el Barrio Rodrigo Bueno, que por momentos es un terreno más desconocido, o tal vez no sabes bien cómo entrar. Es un proyecto de mucha auto-gestión, requiere mucha fuerza y mucha voluntad para llevarlo a cabo, pero siempre termina siendo muy satisfactorio.


¿Qué tiene que tener un lugar para armar el festival ahí? ¿Qué las atrae?
C: Desde mi perspectiva he descubierto que finalmente cualquier lugar es atractivo, aunque de entrada haya lugares más atractivos que otros.
D: Para hacer un PA el lugar tiene que tener un contexto geográfico y natural particular, tiene que tener cuna cultural, historia. Empezamos por Cachi porque era lo que conocíamos. Cuando nos llamaron de Corrientes y fuimos a Concepción del Yaguareté Corá nos costó al principio. No había ninguna casa abierta, no conocíamos a nadie, pero nos invitaron a la Fiesta del Peón Rural y ahí vimos todo. Ahí salió la cultura local: su música, las personas que viven en los esteros, la mandioca. Cuando entendés a la señora que tiene un limonero, a la tía que cuenta la mejor receta, al que canta una copla, al que se emborracha y baila… Tenemos que ir encontrando en cada pueblo a todos esos personajes que hacen que ese lugar sea lo que es. Es un proceso que sucede naturalmente, nunca forzamos nada. No es que hacemos un casting. Desde las mismas personas empieza a salir…“mi tía tiene un sulky y puede servir para esto”. La clave es nunca imponer. Nosotras no imponemos si no que llamamos a participar.



¿La gente local se prende rápido y participa desde el principio?
D: Sí, porque se dan cuenta de que es el pueblo mismo el que arma el festival. Además de que les atrae un montón que vayan personajes que ellos conocen de la televisión que hacen lo mismo que ellos saben hacer, que es cocinar. Todos comemos, todos trabajamos para comer, nuestra vida gira alrededor de lo que vamos a comer. Es muy simple.



¿Y qué pasa con los las figuras, los cocineros que participan del festival?
C: Desde el vamos siempre estuvieron dispuestos a viajar a cualquier lado que les pidamos, abiertos a la experiencia, dispuestos a cocinar en contextos distintos: en el medio de un descampado donde no hay nada, en la orilla de un estero, corriendo a las gallinas para el guiso que tienen que hacer esa noche.
D: Cada uno tiene una búsqueda diferente, un perfil diferente. Por ejemplo, a Germán Martitegui le encanta conocer cosas inéditas cuando viaja, entonces buscamos esas cosas para él. Narda Lepes, que es un archivo vivo de información, es más de dar una charla y encontrarse con un producto para darle masa y potenciarlo. Dolli, buscadora exhaustiva, habla con todo el mundo, se sube a la camioneta de la municipalidad y se manda dos horas a buscar al productor de quínoa. Tienen un nivel de entrega increíble y se copan. Van con una actitud y un nivel de exploración y de disfrute tan grande, que dan lugar a que suceda la magia. Van a divertirse como amigos, a conocer un lugar nuevo y eso hace que todo sea muy fluido. Nadie va en actitud de estrella, al revés, son realmente muy generosos.




¿Qué une a todos los que hacen Pueblo Abierto?
D: El delirio (risas). Aunque cada uno tenga su propia idiosincrasia, el grupo de personas que forma parte de la producción del festival, los cocineros, todos, cuando estamos en un mismo plano y nos encontramos con una persona diferente a nosotros, manejamos un mismo código. Somos todos iguales. Todos somos argentinos, a todos nos toca en algún punto de la memoria el olor de una parrilla prendida, nos emociona la letra de una zamba que habla de nuestro pasado. Nos gusta pasar tiempo con amigos y hacer amigos nuevos, ser anfitriones. Todo eso nos une. Es el espíritu del festival.
Una vez Pittaluga, mi cuñado, que hace eventos enormes, me dijo que no podía creer lo que pasaba cuando hacíamos el festival porque movilizamos un pueblo entero: los panaderos, el hospital, los hoteles, la municipalidad. Va mucha gente y todo el mundo siempre está feliz, nadie es diferente del otro.
C: Algo pasa cuando nos despojamos, algo cambia en el aire cuando todos están en una misma sintonía y eso es contagioso.


¿Qué les deja Pueblo Abierto?
D: Felicidad. Cuando Germán me llamó y me contó que seguía en contacto con Berta, una señora que vive en la Poma y le vende sus quesos de cabra, lo único que siento es felicidad. Alegría por los trabajos que se generan a raíz de los contactos que surgieron en el mismo festival. Ya sea en el mismo pueblo porque se animaron a abrir un puesto de guías, o un emprendimiento de picnic para los turistas, o como vos, que ahora trabajás con nosotras y varios más en el mundo gastronómico.



¿Y cuál es la respuesta de los pueblos donde hicieron el festival una vez que terminó?
C: Un resonar de amor total, de agradecimiento. Concepción, por ejemplo, es otro pueblo. Creció hacia donde ellos querían que crezca.
D: Hasta el día de hoy recibo mensajes de alegría. Muchas veces sentían que estaban perdiendo un poco su identidad a la hora de abrirse al mundo y ser un portal turístico y no saber como hacerlo bien… Y lo que pasó es que los ayudamos a descubrir que con lo que hacían en sus casas podían ser un punto turístico muy particular y el pueblo creció mucho. Concepción, como dijo Carol, es uno de los pueblos que pasó a ser uno de los grandes portales del Iberá. Eso es lo único que importa, aprender entre todos que no hay que dejar de lado nuestras raíces para crecer, aprender que justamente podemos ser mucho más gracias a ellas.
