PABLO MARIN
Destreza y Sensibilidad
¿Qué compone lo más raro,novedoso y apasionante de la escena audiovisual local? Pablo Marín (cineasta, teórico, profesor y editor) se ofrece como el ejemplo perfecto de destreza y sensibilidad, de conocimiento técnico y de interpelación en el espectador. El foco está en descubrir lo que pasa por fuera de los márgenes del canon, de los estrenos multipantalla y de los flashes publicitarios.
En el constantemente expansivo universo del cine, una constelación denominada “cine experimental” recibe cada vez más atención por parte de los interesados. Por la nostalgia del formato perdido (el fílmico, como soporte en acelerado y progresivo desuso), por moda o por una verdadera fascinación con lo analógico, cada día más jóvenes “descubren” el celuloide en la era del video digital.
Dentro de los formatos de esta constelación, el Super 8 ha sido siempre la estrella, al menos en nuestro país. Por sus costos menores a los del 16mm (e infinitamente lejanos a los del 35mm), por su portabilidad (una cámara y su película entran en una mochila) y por su practicidad (el film viene en cartuchos fáciles de reemplazar), el Super 8 es el medio por excelencia de nuestros cineastas experimentales.
Definir el cine experimental es des-definir el cine convencional. Es despojarlo de algunas “servidumbres”, como la narrativa, tal como la caracterizara la pionera Germaine Dulac. Para esta realizadora (responsable, entre otras, de la maravillosa La coquille et le clergyman), las tramas son añadiduras comerciales de productores y directores que nada tienen que ver con el movimiento fílmico, el alma del cine. Una vez eliminada la trama, el cine experimental se lanza (como bien indica su nombre) a la alquimia de sus formas puras, al diagnóstico de qué es eso que hace del cine un arte especial y distinto al resto.
Se trata de un arte tan simple como complejo que apela a lo más básico de nuestra percepción. Esa percepción que, como en el caso de los bebés, se impresiona con lo nuevo, los colores, las luces, los movimientos, los sonidos. Es tan fácil que se vuelve para muchos una tarea compleja, dado que nos invita a deshacernos de la tranquilidad de una historia con sus actos, sus personajes motivados y sus conclusiones moralizantes.
FOTOGRAMA DE RESISTFILM. PABLO MARÍN, 2014
BLOCKING. PABLO MARÍN, 2005. 35mm, 2’, SIN SONIDO.
Volviendo a la metáfora astronómica, ahora podríamos decir que dentro de esa constelación existe una estrella para el cine experimental argentino. Esa estrella, que estalló en los años 70 (tras una prehistoria, como denomina el investigador Federico Windhausen a los primeros intentos ), tiene como característica prominente la intermitencia en su brillo.
“No hay historia del cine experimental en Argentina, lo que hay son autores”, dice, sin pesar pero quitándole el velo de magia, Pablo Marín. En esta historia a cuentagotas, Marín carga con el distintivo peso de ser el discípulo directo de Claudio Caldini, figura de renombre internacional de nuestro cine experimental, reconocida por su capacidad de llevar al extremo la búsqueda de un diferencial técnico, aquello de hacer que el dispositivo trabaje en conjunto con una potencia espiritual, o al menos afectiva, sin límites. El camino que une a la intensidad emocional con un profundo conocimiento de la técnica es la mejor demostración de que aquello de la forma y el contenido, dicho así, por separado, está bien sepultado en el pasado.
Entonces, ¿por qué habría AUREA de elegir a Pablo Marín para comenzar a hablar de cine? Bueno, vamos por partes. Así como dijimos que el cine experimental produce una suerte de liberación de las ataduras narrativas del cine más convencional, lo que no dijimos es que (siguiendo la lógica de Adorno y Horkheimer en su Dialéctica del Iluminismo) ese cine convencional confinó al experimental al mundo del mero juego, de la instantaneidad, de la irreflexividad. Para una inmensa mayoría, todo ese cine se parece a una forma desdibujada, a una mancha tras otra o a imágenes abúlicas que no terminan de decir nada, porque nada buscan decir de antemano. En ese tándem, el Super 8 entra como la excusa perfecta: una superficie chica, difícil de manipular, de intervenir, de montar; fácil para filmar a las apuradas, sin trípodes ni luces artificiales, sin previsión ni planes previos.
PABLO MARÍN TIENE LA CAPACIDAD DE RECONOCER LO BUENO ENTRE LO NUEVO Y LO MALO ENTRE LO VIEJO.
Dice Marín, en un libro que está escribiendo sobre esa no-historia del cine experimental argentino, que Caldini dijo: “El primer obstáculo que encuentran quienes comienzan a hacer cine en Super 8 son las ya famosas limitaciones técnicas”. En 1977 ya advertía Caldini la idea de obstáculo, bien distinta a la de imposibilidad o relajo. Y aquí aparece el vínculo que construye una historia, el lazo que une a un autor con su referente. Narcisa Hirsch, madre cocreadora del cine experimental en nuestro país junto a Marie Louise Alemann (vale la pena afirmar que nuestro cine experimental ha sido parido por dos madres), caracterizó alguna vez a Caldini como el “Funes el memorioso” de la escena local: un tipo que todo lo recuerda, que todo lo sabe, que todo lo ha estudiado. Ese mismo que pensó en obstáculos como problemas matemáticos para ser resueltos con algo más que una fórmula, que logró trascender la expertise del camarógrafo y adjuntarle la dimensión intangible del espíritu, pareció predicar en el desierto durante años. La avasallante creencia del experimental como el campo de lo oportuno, de lo impensado y de la improvisación impidieron por mucho tiempo que el maestro consiguiera un continuador, un reelaborador de sus propias ideas.
Entonces, Pablo Marín. Un cineasta que, como suelen hacer los grandes cineastas, mira todo con una misma lente. Uno podría tallar en piedra, sin equivocarse, un conjunto de mandamientos para reconocer los gustos y las preferencias de Marín. Aquello que entra y no entra en una lista de lo deseable, la capacidad de reconocer lo bueno entre lo nuevo y lo malo entre lo viejo (especialmente difícil en esta estrella experimental en donde muchas veces uno se pierde en lo parecido). Marcando con su mano el camino del tiempo, Marín retrotrae, como su maestro, el cine a los inicios; a los inicios de la percepción, quiero decir. Es, el suyo, un elogio de las formas posibles, un elogio del esfuerzo por conseguir detalles solo esperables por los contemporáneos con una computadora mediante.
CALDINI DIJO: “EL PRIMER OBSTÁCULO QUE ENCUENTRAN QUIENES COMIENZAN A HACER CINE EN SUPER 8 SON LAS YA FAMOSAS LIMITACIONES TÉCNICAS”.
Resistfilm, película realizada en Super 8 durante 2014 en una residencia en Canadá, es el testamento vivo de una forma de encarar el cine. Entre la alusión a una obra de Stan Brakhage (uno de los integrantes del Olimpo de los dioses en este campo) y a la idea de resistencia, la película ofrece una serie de caleidoscopios generados en forma artesanal y trabajosa. Cada retoma es testigo del trabajo humano, de la propia mano del realizador que tapa una parte de la lente para exponer el resto al fílmico, inagotable en sus posibilidades más allá del tamaño del formato. La película va de la proeza a la poesía sin escalas. La proeza del armado y la poesía de enfrentar formas, ritmos visuales y movimientos en sentidos que se multiplican tanto como se multiplican las capas de la imagen. No es un cine de la austeridad o de los medios limitados, no es un cine de excusas ni de lamentos. El cine de Pablo Marín abre las puertas a una nueva dimensión, en la que las posibilidades exceden los tamaños, los soportes y los materiales con los que uno cuenta. Es tanto una invitación a explorar lo inexplorado como a repensar lo atribulado a lo que se atienen muchos cineastas para con ello justificar su falta de inspiración.
FOTOGRAMA DE RESISTFILM. PABLO MARÍN, 2014
NO ES UN CINE DE LA AUSTERIDAD O DE LOS MEDIOS LIMITADOS, NO ES UN CINE DE EXCUSAS NI DE LAMENTOS. EL CINE DE PABLO MARÍN ABRE LAS PUERTAS A UNA NUEVA DIMENSIÓN, EN LA QUE LAS POSIBILIDADES EXCEDEN LOS TAMAÑOS, LOS SOPORTES Y LOS MATERIALES CON LOS QUE UNO CUENTA.
FOTOGRAMA DE RESISTFILM. PABLO MARÍN, 2014
Si en Caldini el afecto ilumina los procedimientos, en la obra de Marín los procedimientos catapultan los sentidos a un espacio nuevo, en el que la des-definición de lo experimental obliga a armar sentidos nuevos. Desarmar el sentido para construir un nuevo mundo, ese era el ideal de la vanguardia.
TM. PABLO MARÍN, 2008. 16mm, 2’, SONIDO.