El milagro secreto
TEXTO DE LEONARDO SABBATELLA & MARTÍN CAAMAÑO. FOTOGRAFÍAS DE JAVIER AGUSTÍN ROJAS.
“Que otros se enorgullezcan por lo que han escrito,
yo me enorgullezco por lo que he leído”.
La frase, a esta altura, ya es célebre. Pertenece a Jorge Luis Borges. Pero, como todo en la obra del escritor argentino, tiene su doblez. Hay un sentido engañoso en esa frase, un aire de falsa modestia. Porque Borges es de esa clase de autores en que lectura y escritura son dos prácticas indivisibles. Su literatura es una consecuencia de sus lecturas y sus modos de leer -ni siquiera hace falta retrotraernos a sus ensayos, simplemente con sus preferencias literarias, con su corpus, nos basta- están mediados por su proyecto de escritura. La vieja máxima de Roland Barthes, “el nacimiento del lector se paga con la muerte del Autor” en Borges parece estar saldada desde el vamos. No hay autor sin lector en Borges. Por otra parte, Ricardo Piglia se encargó de desarrollar una hipótesis sobre el doble linaje del autor de El aleph: por un lado “la memoria materna”, la herencia épica de trasmisión oral de las hazañas de los antepasados de su madre, y por el otro “la biblioteca paterna”, los libros ingleses de su padre y de su abuela que fueron el núcleo central de su educación literaria. Para Piglia en estas dos tradiciones se puede sintetizar toda la literatura borgeana. La reciente aparición de La biblioteca de Borges, del escritor Fernando Flores Maio, pone el foco en este segundo linaje, el letrado, el de transmisión escrita, que es fundamental para comprender una obra que, como la de todo clásico, siempre se está refundando.
La biblioteca de Borges viene a acrecentar una especie de vicio bibliófilo que ha hecho de Borges su fetiche favorito. Todo lo que el autor de Ficciones ha tocado se convierte de inmediato en objeto de culto y en este caso no se trata solamente de sus ejemplares personales sino de una recopilación de las notas que Borges realizaba en los libros mientras leía. Podríamos decir que estamos frente al grado cero del Borges lector.
A partir de las fotografías de Javier Agustín Rojas sobre los libros anotados y un texto introductorio, un ensayo tan personal como clásico, de Fernando Flores Maio, La biblioteca de Borges trae una revelación: la caligrafía borgeana. Las anotaciones preliminares y casi simultáneas que depara su lectura pueden observarse en una letra minúscula a menudo en renglones torcidos hacia abajo. Los apuntes de Borges son austeros y breves, casi pudorosos; la representación caligráfica de una síntesis, de un método, de una forma de leer, pero también de una forma de extraer de la lectura los materiales de la propia escritura. Borges ha sido un montajista. Ha trabajado con la tradición como si fuera un ready made: ahí estaba todo para tomarlo y usarlo de una forma desconcertante.
LA DIVINA COMMEDIA
El enorme poema de Dante ocupa un lugar destacado en la obra de Borges. Además de sus Nueve ensayos dantescos, en El Aleph hay dos referencias a La divina comedia. La primera es directa y está en el cuento “La espera”: el personaje encuentra un ejemplar de La divina comedia en la habitación de hotel en la que se refugia. La segunda es indirecta y está en el cuento que le da nombre al libro, solapada bajo el nombre de Beatriz Viterbo que no es otra que una hermana prodiga, una nueva versión, de la Beatricce de Dante. Es más, el cuento mismo puede leerse como una reescritura, una reinterpretación, de La divina comedia.
THE KORAN
El Corán es un libro al que Borges utiliza de distintas formas. Aunque ninguna tan explosiva como la que hace en “El escritor argentino y la tradición”, uno de sus ensayos más radicales, cuando observa que en El Corán no hay una sola mención a un camello y esto prueba de que es un texto completamente árabe ya que prescinde del color local.
LA ILÍADA DE HOMERO
La Ilíada es un libro recurrente en la obra de Borges. Aparece, por ejemplo, en el ensayo “Flaubert y su destino ejemplar”, pero tiene su presencia estelar en “El inmortal”. La Ilíada es el libro en el cual se halla el manuscrito que cuenta la historia paradojal de un hombre que una vez que conquistó la inmortalidad dedica su tiempo a perderla, a querer volver a ser mortal. A su vez el cuento tiene como uno de sus personajes centrales al propio Homero.
THE TIBETAN BOOK OF THE DEAD
En la última página de El Libro Tibetano de los Muertos, Borges anota números de páginas con breves referencias. La lectura está fechada en 1951 y quizás el dato más interesante (además de observar su caligrafía microscópica, una conspiración propia contra su ceguera) es que el orden de las anotaciones no es cronológico, no es ascendente en la lectura sino que va y viene en el orden de páginas. Quizás un efecto de la relectura o la expresión gráfica del propio sistema de trabajo borgeano: la conexión de elementos aislados.