SERIE NO ESCRITORES
Ulises Conti
“Tal vez sea mejor no sentirse escritor para ser un buen escritor”
Cuando un artista interviene en una disciplina que no es la propia, o que al menos no es desde la cual proviene, suele provocar movimientos disruptivos, altera el territorio. En el caso de los músicos-escritores, verdaderos dobles agentes del sentido, el efecto es aún más desconcertante debido a que, como ya ha descubierto Borges, todo arte añora el estatuto de la música: ser una mera abstracción de formas. Al escribir, el músico avanza en dirección contraria, se auto-condena a trabajar con el mercado de valores de la lengua y sus significados siempre imposibles de vaciar o borrar del todo generan, paradójicamente, una forma de música: la continuidad de la canción por otros medios.
“161,1”, DEL ÁLBUM 1.234,8 (METAMÚSICA, 2017)
Es el caso del compositor y productor Ulises Conti, quien de por sí ya tiene con la música una relación por lo menos inquietante. Esa constelación heterogénea, amanerada y caprichosa que conforma su obra va de bandas de sonidos de obras de teatro a la canción convencional, de un concierto de piano para una sola persona a un concierto de “piano invisible”, de un disco de música electrónica a otro de solo piano o a otro que recoge los sonidos de una ciudad europea. Hay mucho de narrativo en la aventura musical de Conti. Y, de alguna forma, La cinta transportadora, su último libro, pretende dar cuenta de eso. Pensado como una suerte de “libro orquestal” conjuga textos propios -ya sea la transcripción de una conferencia, la invitación a un concierto, fragmentos de un diario de trabajo o la exposición de un proyecto determinado- con textos ajenos sobre su obra. Estos últimos, compuestos de entrevistas, artículos periodísticos, ensayos breves o proto ficciones, están a cargo de otros artistas: escritores como Alan Pauls, Iosi Havilio, Fabián Casas, Edgardo Cozarinsky o Marcelo Cohen; la dramaturga Lola Arias o el artista plástico Fabio Kacero. A su vez, la letra va acompañada de imágenes. Dibujos y diversas fotografías -de partituras, de obras, retratos de personas, de paisajes e instrumentos- ilustran y embellecen las ideas que trafican los textos. La cinta transportadora más que un libro es un gesto, el catálogo sin museo de una obra inquieta y escurridiza que se transforma a cada nuevo paso.
En medio de ese collage textual, se cuela “El sonido de una ciudad”, un texto extraído de En Auckland ya es mañana, el debut literario de Conti. Diametralmente opuesto a su sucesor, Auckland comparte con La cinta transportadora su filiación con la música. Como ya el título lo presagia, se trata de un libro signado por los viajes, en este caso las giras musicales de su autor. Por eso cada texto está fechado y ubicado geográficamente en la ciudad que fue escrito. Con las investigaciones sonoras de Conti como tema capital, el libro no persigue un género estanco. ¿Son poemas o simples anotaciones? ¿Son relatos de ficción o apuntes de viajero? ¿Y si fuesen piezas musicales que sólo resuenan en la cabeza de quien las lee?
¿Te sentís un escritor?
No hay nada que me haga sentir escritor. Busco un modo de crear en donde los proyectos que voy generando se vayan hermanando y vinculando entre sí como una familia, en una especie de laberinto o de campo abierto donde todos conviven. De esta manera se van construyendo diversas relaciones de armonía, tensión y poder. Supongo que debe haber una infinidad de escritores mediocres que sienten, en lo profundo de su corazón, ser verdaderos escritores. Tal vez sea mejor no sentirse escritor para ser un buen escritor. Yo me siento padre, madre, hijo y hermano… con esto es más que suficiente. Supongo que el amor es la emoción principal que determina todo lo que nos ocurre en la vida. Después la obra habla por sí sola.
¿Cuánto de literatura hay en tu música?
Me gusta la idea de pensar en un germen, una contaminación, una mafia interior de mis ideas contra mis ideas. Todas esas cosas que uno desconoce de sí mismo, que en mi caso supongo son muchas, van peleando entre ellas como si fueran barras bravas, jugadores y funcionarios de la literatura y de la música, hasta determinar que un proyecto se convierta en un libro, un disco o cualquier otra cosa.
¿Cuánta música hay en lo que escribís?
El truco de la música es que está en todos lados, solo tenés que aprender a escucharla. Detrás de cada símbolo sonoro de la vida cotidiana encontramos una resonancia política. Mucho más que las imágenes, los sonidos y sus disposiciones conforman el mundo en el que vivimos.
Mucho más que las imágenes, los sonidos y sus disposiciones
conforman el mundo en el que vivimos.
¿Cómo fue tu acercamiento a la literatura?
Siempre fui un mal estudiante. Tanto en la escuela como en el conservatorio tuve problemas de concentración y conducta, nunca supe por qué fue así. Supongo entonces que mi acercamiento a la literatura debió haber sido sucio, como todos los demás.
¿Cuándo se te despertaron las ganas de escribir?
Ganas de escribir no tengo nunca. Tengo ganas de comer pizza, ver televisión y destruirme. Todos estamos un poco locos porque no hay manera en que podamos comprender el mundo. Sin embargo, hay algo en mí que lucha contra eso, un automecanismo que me defiende de toda la mediocridad que nos acecha. Nunca tuve la suerte de que las cosas sean simples, nunca fue así. Creo en el sacrificio del trabajo cotidiano. Para escribir o componer tengo que atravesar el rigor del trabajo y la exigencia, no me refiero a una ética, sino a una realidad que está ligada directamente al resultado de la obra. Ser compositor independiente o tener un sello discográfico en este país implica vivir al límite. Es un acto político más potente que cualquier otro.
“Todas esas cosas que uno desconoce de sí mismo, que en mi caso supongo son muchas, van peleando entre ellas como si fueran barras bravas, jugadores y funcionarios de la literatura y de la música, hasta determinar que un proyecto se convierta en un libro, un disco o cualquier otra cosa.”
¿Próximo proyecto literario?
Estoy trabajando en dos libros. Copacabana Palace, próximo a salir a través de la editorial Mansalva. Es un libro de poemas situado en Río de Janeiro que describe a un personaje que intenta construir una nueva vida lejos de su familia y sus fantasmas del pasado y otro aún en proceso: Canciones sin palabras, una continuación de mis clases en CIA (Centro de Investigaciones Artísticas). Ensayos sobre la extraña y fascinante relación entre las artes y el sonido.
“S”, DEL ÁLBUM LOS GRIEGOS CREÍAN QUE LAS ESTRELLAS ERAN PEQUEÑOS AGUJEROS POR DONDE LOS DIOSES ESCUCHABAN A LOS HOMBRES (FLAU, 2014)