KING KONG
DE LA ISLA CALAVERA A VILLA PUEYRREDÓN
EL ORIGEN DE LAS ESPECIES (MITOLÓGICAS)
Esta historia podría comenzar en 1979, cuando un grupo de niños se escabulle debajo de una lona verde que cubre la voluminosa carga de un semirremolque estacionado en un playón en la esquina de Pareja y Campana.
Otro posible principio para este relato se remonta a fines de 1899, año en el que otro niño, llamado Merian, recibe un regalo que enciende su fascinación por los gorilas: el libro “Exploraciones y Aventuras en África Ecuatorial” escrito por Paul Du Chailiu, primer europeo moderno en confirmar la existencia de este animal.
O bien podemos situar el hecho que da origen a este periplo gigantesco en 1976, cuando el director italiano Dino De Laurentiis decide hacer una remake del film de 1933, creado por Merian C. Cooper y Ed Shoedsack, donde un gorila inmenso escapa de sus captores para atormentar a la flamante ciudad de Nueva York rugiendo desde la punta del Empire State.
KONG ‘33 VS KONG ‘76
En la versión original, Kong había cobrado vida gracias a millones de fotografías minuciosamente orquestadas por Willis O’Brien, pionero de la técnica de stop-motion. Tardaban una semana en amasar 5 segundos de película con detalladas maquetas y un muñeco de 45 centímetros de alto cubierto de pelo de conejo.
Pero para su adaptación, Dino se encaprichó con construir un animatronic de King Kong a tamaño “real”, o sea, entre 15 y 17 metros de altura. Y digo “real”, así, entre comillas, porque la idea original de Cooper era cazar a un gorila de verdad y llevarlo a la Isla de Komodo a pelear con uno de los enormes reptiles que la habitan.
Esta idea permaneció hasta que Cooper tuvo la posibilidad de trabajar con O’Brien, quien venía de animar a los dinosaurios del film “The Lost World”. A partir de entonces, Merian no pudo resistir la tentación de ver a su gorila soñado peleando con seres prehistóricos. Es por esto que el tamaño de Kong aumentó lo necesario para volverse un digno adversario de un Stegosaurus. Y por este mismo motivo, la película de 1933 incluye a varios dinosaurios entre las especies autóctonas de “La Isla Calavera”, el reino de Kong.
Siguiendo el estilo caprichoso de Cooper y contradiciendo las recomendaciones (y sentido común) de Carlo Rambaldi, la persona encargada de realizar los efectos especiales para la remake del ‘76 (y también los de Tiburón, E.T. y Alien, entre otras) Dino invierte 1.7 millones de dólares y 6 meses de arduo trabajo para la creación de una mole robotizada vestida con 20.000 crines de caballos argentinos, que llegó a pesar 6.5 toneladas.
VILLA PUEYRREDÓN
Daniel Venneri tenía 10 años cuando se adentró junto a su pandilla en el cuerpo desmembrado de King Kong. Hoy, con más de 50, recuerda: “El remolque estaba a un paso de la vereda. Creo recordar que la cabeza estaba con parte de su tronco. No había muros, ni rejas y accedimos por un pedazo de lona que estaba levantado. Al gorila se lo veía medio roto y la goma estaba medio podrida.”
“Con mis amigos caminábamos entre medio de los caños de la estructura y así llegamos hasta la cabeza, donde encontramos los dientes… Los dientes fueron arrancados. Recuerdo que había alguien que los iba pasando, porque había que trepar unos caños de metal y estaba bastante oscuro.”
LA SOCIEDAD RURAL
El Rey Kong dejó el glamour de Los Ángeles a bordo del buque Jujuy II, repartido en 18 cajones de dimensiones colosales y llegó al puerto de Buenos Aires el 7 de Septiembre de 1978. 2 días después, se televisaba en vivo su traslado hacia La Rural de contramano por la Av. Santa Fé, cortada especialmente para la ocasión.
El 23 de Septiembre se estrenó el show de Kong, la 8va. maravilla del mundo. Colas interminables de argentinos expectantes esperaban ansiosos para ver al “prodigio tecnológico”, persuadidos por el sinnúmero de notas que hacía alarde de la mole por su “naturalidad” y “capacidad para gesticular”. Lo llamaban “una obra maestra de la cibernética”.
En realidad, el animatronic más grande jamás construido era tan tosco, inverosímil y tenía tantos problemas de funcionamiento que sólo pudo ser usado para una escena de la película de De Laurentiis, apenas 30 segundos en pantalla. El rodaje sufrió las peligrosas fallas del engendro y logró aterrorizar al elenco. También fallaba el par de brazos extra construído para las escenas donde el primate sostiene a Jessica Lange en la palma de su mano como si fuera un cachorrito. El cuerpo de la actriz estaba cubierto de moretones cuando terminó la filmación.
Pero el gigantesco robot fué clave para la estrategia de marketing utilizada en la promoción de la película. Era una fantasía hermosa en la que todos los espectadores querían creer. Y, por más de que fuera mentira, era mucho más flashero que decir que la descomunal bestia era un mero actor (Rick Baker) disfrazado de mono.
Las opiniones que circulan en internet dicen que el espectáculo era un fiasco, que King Kong aparecía escasos 15 minutos, como remate de una seguidilla de payasos y malabaristas, para simplemente rugir, mover los brazos y responder preguntas de los niños de la audiencia como “¿De qué cuadro sos?” (Boca Jrs.) o “¿Extrañas a tu mamá?”, hasta que algún tema empezaba a ponerlo furioso y el locutor urgía al público a correr-por-su-vida!… en dirección a un sector donde se vendía merchandising nacional y se cobraba por un souvenir fotográfico.
Pero ojo, hay personas que aún recuerdan con empalagosa nostalgia cómo se escuchaban los rugidos en toda la cuadra. Esas mismas personas deben haber llorado por los muñecos nacionales, de plástico soplado y pintado sin esmero, que se comercializaban a la salida del show. Hay que saber mirar con ojos de niño.
El evento logró mantenerse por 4 meses, hasta que se tomó la decisión de llevar el éxito al balneario más popular de la costa argentina.
MAR DEL PLATA
Enero 1979. Temporada alta. El robot había llegado a la costa y estaba listo para deslumbrar. La atracción iba a tener lugar frente al mar, en el predio ubicado en Av. Luro y España, pero la carpa alquilada para albergar el evento no era lo suficientemente alta para las dimensiones del gran simio. Fué necesario cavar un foso para hacerlo entrar.
Y así pasó un mes. Corría el mes de Febrero cuando se levantó el telón por primera vez. La demora tuvo un impacto negativo en la concurrencia. La temporada mermaba, muchos veraneantes ya lo habían visto, la entrada era aún más cara que en capital y las malas críticas abundaban. El show fué catalogado como uno de los peores fracasos en la historia del espectáculo en la ciudad costera.
A fines del verano la empresa dueña de la carpa inflable desmanteló el refugio de la bestia por falta de pago. King Kong quedó abandonado a la intemperie, a merced del sol, la sal, las inclemencias del clima marítimo y los ejecutivos de SADAIC, que reclamaban derechos de autor por varios temas usados durante la presentación.
SADAIC quiso embargar al Rey de la Isla de la Calavera. En Abril de 1979 se lo subastaría al mejor postor. Todo estaba listo para su remate cuando el gigante se esfumó misteriosamente del paisaje marplatense para sublimarse en descabelladas teorías sobre su repentina desaparición.
Y así pasó un mes. Corría el mes de Febrero cuando se levantó el telón por primera vez. La demora tuvo un impacto negativo en la concurrencia. La temporada mermaba, muchos veraneantes ya lo habían visto, la entrada era aún más cara que en capital y las malas críticas abundaban. El show fué catalogado como uno de los peores fracasos en la historia del espectáculo en la ciudad costera.
A fines del verano la empresa dueña de la carpa inflable desmanteló el refugio de la bestia por falta de pago. King Kong quedó abandonado a la intemperie, a merced del sol, la sal, las inclemencias del clima marítimo y los ejecutivos de SADAIC, que reclamaban derechos de autor por varios temas usados durante la presentación.
SADAIC quiso embargar al Rey de la Isla de la Calavera. En Abril de 1979 se lo subastaría al mejor postor. Todo estaba listo para su remate cuando el gigante se esfumó misteriosamente del paisaje marplatense para sublimarse en descabelladas teorías sobre su repentina desaparición.
SAN PABLO
Daniel y sus amigos sabían exactamente cuál era su paradero, incluso tenían varios dientes para comprobarlo, trofeos de su expedición. El mono se recuperaba de unas vacaciones infernales en una playón de Villa Devoto mientras la empresa de transporte designada para llevarlo a un parque de diversiones en San Pablo realizaba los trámites necesarios para sacarlo del país.
Esa misma empresa había ido a buscar a Kong a La Bristol, donde casi se incendia mientras era embalado (como lo hicieron los otros 2 muñecos, de menor complejidad y tamaño, realizados para el film de 1976, que fueron devorados por las llamas del incendio que azotó a las Estudios Universal en 2008, dónde eran parte de 2 atracciones clásicas del parque temático). Desafortunadamente para el dueño de la compañía de transporte que lo había asegurado en 1 millón de dólares a su favor, lograron salvarlo.
Después de 18 horas de viaje escoltados por agentes motorizados de la policía caminera llegaron a destino: la calle Pareja entre Campana y Cuenca, donde la empresa tenía un depósito. Y, durante los 20 días que demoraron los trámites para atravesar la frontera con un mono de casi 7 toneladas, el rey indefenso recibió la visita de un grupo de jóvenes intrépidos aficionados a la odontología.
El itinerario de Kong hasta la ciudad paulista había sido planeado con suma cautela, contemplando la enorme altura de la carga que, sumada a la del vehículo, llegaba a los 5 metros y medio. A pesar de esto, la caravana estuvo varada por 4 días en un puente cerca de Pergamino donde se había repavimentado la ruta, disminuyendo el espacio disponible para pasar. Obstáculo que sortearon exitosamente reemplazando las 12 gruesas cubiertas del remolque que llevaba el cuerpo y la cabeza por unas de camioneta, reduciendo la altura por 40 centímetros.
“Cuando llegamos a la frontera se armó una revolución” cuenta el chofer a cargo de la hazaña. Es que King Kong estaba casi al descubierto, su torso apenas arropado con una lona que protegía el mecanismo interno. Así fueron las instrucciones de Eddie Surkin, su operador y compañero de viajes.
Después de otros cuantos días de espera en Uruguayana por trámites aduaneros, el gran primate pisó finalmente suelo brasileño y emprendió su procesión hasta Playcenter, el parque de diversiones donde anhelaban su llegada (que cada vez se demoraba más).
Kong se hizo desear y así logró atraer a 450.000 visitantes en un sólo mes, un récord imbatible para el parque. Y eso no es todo, Playcenter ni siquiera pagó por el costoso traslado del simio más grande que haya pisado este planeta.
Kong se hizo desear y así logró atraer a 450.000 visitantes en un sólo mes, un récord imbatible para el parque. Y eso no es todo, Playcenter ni siquiera pagó por el costoso traslado del simio más grande que haya pisado este planeta.
El dueño del parque, Marcelo Gutglas, mandó a inspeccionar a Kong inmediatamente después de su arribo y se negó a desembolsar los 14.000 dólares del flete porque LE FALTABAN LOS DIENTES.
Uno de los molares de Kong apareció a la venta hace unos años en el foro de un blog de cine fantástico, desatando la excelente investigación de Fernando Jorge Soto Roland, Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades de la UNMdP, sobre la que se basa esta nota y promoviendo el inesperado encuentro del chofer del camión con el ladrón de piezas dentales.