Cámara Trampa
EL BESTIARIO MINIATURA DE RITA BAMIDELE HAMPTON
DIR. DE ARTE Y TEXTO DE BABUN FEROZ. FOTOGRAFÍAS DE FÉLIX BUSSO.
Carpincho
(Hydrochoerus hydrochaeris)
RITA & LOS CARPINCHOS
Al carpincho también se lo llama por la voz guaraní de capybara. Es el mayor de los roedores vivientes y en Argentina puede llegar a pesar 80 kilos por la calidad y abundancia de pastos, mientras que en otras regiones alcanza nada más los 50 kilos. También es uno de los roedores más antiguos. A mediados de este año se descubrieron en Miramar las huellas fosilizadas de un carpincho que supo pasearse por la costa hace aproximadamente cien mil años.
Aunque se lo reconoce por sus hábitos gregarios, se desconoce su gran espíritu aventurero. Estos caviomorfos llegaron flotando desde África en el Eoceno Tardío, cuando Sudamérica estaba comunicada con el continente africano por islotes de plantas acuáticas, balsas naturales para ellos y otros primates.
Rita los conoció en su primer visita a El Palmar (Provincia de Entre Ríos), lugar a donde vuelve con frecuencia, hechizada por el encanto de este animal robusto y querible. La primera vez que los vió, la abarcó instantáneamente un sentimiento de identificación absoluta. «Soy un carpincho. En verdad, yo soy un carpincho…» pensó con total convicción. Además, esa estructura de hocico ancho y pelo duro, le recordaba mucho a su perrita, «La Cheti».
Rita me confiesa que verlos la deja en un estado de máxima relajación. La paz que emana de estos bichitos corpulentos que viven semi-sumergidos en ríos o charcos sin noción del tiempo parece ser contagiosa.
El capibara adora estar en al agua, hasta su nombre científico lo pone en evidencia: Hydrochoerus hydrochaeris. Sus pequeñísimas orejas, ojos rasgados y orificios nasales se ubican en la parte superior de su cabeza como una adaptación a esta vida acuática. Es capaz de bucear y nadar con gran vigor y velocidad gracias a las membranas que unen todos los dedos de sus patas cortas, que no lo favorecen en el desplazamiento terrestre. Sus corpulentas patas traseras le garantizan un poderoso arranque, pero su destreza y agilidad no duran más de 100 o 200 metros, y lo ponen en peligro de sufrir un ataque de fatiga e hipertermia. Necesita llegar al agua y zambullirse para escapar de sus predadores y regular su temperatura.
Rita nunca se cansa de verlos y está siempre atenta a su presencia. En los esteros del Iberá, también tuvo encuentros con ellos. Sobre todo de noche, haciendo paseos en bote o preparándose para descansar dentro de la carpa, Rita afina sus oídos esperando escucharlos. Es que, en zonas alteradas por la presencia humana, los carpinchos sólo se vuelven activos al anochecer. De día se refugian en familia entre arbustos y matorrales, escondiéndose de los cazadores que los persiguen por su carne y cuero.
En Uruguay, hay un dicho que dice que a los carpinchos no se los ve, sino que se escuchan sus chapuzones. Y Rita lo confirma, «Nunca tardan demasiado en hacerse oír», me cuenta, saboreando el relato como si pudiera sentir la salpicadura repercutiendo en el espacio hasta ahora.
Tal vez, en la cantidad de avistajes que le regalaron estos seres a Rita, se esconde su deseo de ser esculpidos, grabados, cincelados por sus manos, que los recrean con un sentimiento de conexión deslumbrante.
Tapir
(Tapirus Terrestris)
RITA & EL TAPIR BEBÉ
El tapir tiene muchos otros nombres: anta, danta, sacha vaca, gran bestia, pinacho (Salta y Jujuy); mborebí, tapi í, boreví, mboré (guayanás de Misiones y Corrientes); kumbé guí, guí (ingais de Misiones); oyur, oyoro (kaingá de Misiones), tapiich (cainguá de Misiones), beorí (Misiones), loligac, loylac (toba), alolyac, alolgat (mocoví), yela (wichí).
Es el mayor herbívoro terrestre de Argentina, donde se encuentra el límite austral de la distribución de una de sus cuatro especies, el Tapirus Terrestris, perteneciente a la Familia Tapiridae, de linaje antiguo y emparentado con caballos, cebras y rinocerontes.
Admirados por su tamaño, velocidad y timidez, son animales de gran importancia para los pueblos originarios y para el ecosistema. Se los llama «arquitectos del paisaje”. Crean senderos, dispersan semillas y sus hábitos de ramoneo van esculpiendo la vegetación de las zonas donde habitan. Son esenciales para la conservación de ecosistemas enteros.
A pesar de esto, y de haber sido declarado monumento natural en las provincias de Misiones, Chaco y Salta, prohibiendo su caza, tenencia y comercialización, el tapir está en peligro de extinción dentro del país. En los últimos 100 años su distribución se redujo a menos de la mitad, amenazada por la reducción y empobrecimiento del hábitat y la cacería.
Probablemente esta sea una de las razones por las cuales el encuentro de Rita con un singular representante de la especie haya sido en Bolivia, en una reserva natural llamada Serere, en Rurrenabaque, casi llegando al Amazonas. Rita pasó unos días allá, en una habitación que flotaba entre el follaje, separada del verde únicamente por una fina tela de mosquitero.
Rita compartió su estadía con la de un bebé tapir que se había perdido de su madre y estaba al cuidado de los empleados de la reserva. El cachorro vivía en el comedor principal disfrutando del mismo menú que ella. ¡Vegetales y frutas en gran cantidad!
«Era mimoso, diminuto, macizo y compacto», cuenta Rita. Con menos de 50 cms. de largo, se había convertido en la mascota del lugar. Otra vez la situación de cuerpo macizo y compacto, como en el carpincho. Descubro un patrón en la atracción de Rita por estas pequeñas moles que avanzan pesadamente sobre la tierra, dejando huellas a su propio ritmo sedante.
Rita quedó fascinada con este ser de coraje y amor. Y el año pasado, cuando la invitaron a una muestra titulada Paseo Nocturno, lo primero que se hizo presente en su imaginación fue el tapircito caminando bajo la luna.
Los tapires son casi ciegos, puro olfato. Y al caer la noche, este pequeño ejemplar pedía salir del recinto y se iba solito a recorrer la selva guiado por los olores.
Rita amplía y difunde la belleza de muchos animales, exóticos y nativos, a través de pequeñas obras de arte para adornar el cuerpo y llevarlos de paseo sobre nuestros dedos, abrazando nuestras muñecas o prendidos a una solapa.
Yaguareté
(Panthera Onca)
RITA
Rita Bamidele Hampton nació en Lagos, Nigeria en 1979 y vive en Bs. As. desde 1980. Es joyera/orfebre y trabaja en su propia producción de colecciones y piezas únicas desde 2003.
Encontró en el trabajo manual con metal en pequeña escala un mundo infinito a ser inventado y la mejor manera de hacer tangibles sus pensamientos. Sus inspiraciones y temáticas preferidas provienen del reino animal, mineral y vegetal. Ama las miniaturas y todo lo que le haga perder la noción de escala normal.
Vive y trabaja en el barrio de Chacarita con su marido Rodrigo, su hijos Ruperta y Remo, y sus gatos.
EL TALLER
EL ZORRITO
En El Palmar, Rita disfrutó de otro de esos momentos sagrados donde uno se hace consciente de estar compartiendo el espacio inmediato con un ser salvaje. En este caso era un zorro. Ella iba siguiendo un arroyo, atravesando el matorral que separaba su campamento de la playa, cuando lo vio.
El instante se congeló y volvió a descongelarse antes de que se diera cuenta. Ella quisiera que estos encuentros durasen para siempre. Tal vez por este motivo los recrea en metal, eternizando esos instantes preciosos donde uno se siente libre y silvestre, compartiendo -aunque sea por un momento escurridizo- el territorio con una criatura así.