Casa de los Frutos

TEXTO Y FOTOGRAFÍAS DE ANA PAULA ARMENDARIZ.

CASA DE LOS FRUTOS
LA TRAVESÍA, TRASLASIERRA, CÓRDOBA.
PROYECTO DE NAHUEL CAPORAL.
“Casa de los Frutos nace de la necesidad de nutrirme de lo que está en mi entorno. Si ese elemento está ahí es que está ecualizado con las condiciones del lugar», cuenta Nahuel Caporal. Y agrega que Casa de los Frutos es un derivado de Viva el Monte porque casi todo lo aprendió con ellos, excepto la recolección de semillas o de pétalos de amapolas.
«Particularmente estoy concentrado en la producción de semillas. Hay gente que piensa en sembrar, cosechar y comer. Para mí, el objetivo es juntar semillas. Si en el camino puedo comer, mejor, pero quiero llegar hasta la semilla sin cortar la cadena en el medio», explica.


María Amorosa, su madre, se instaló en 2010 en un campo en Travesía, donde construyó cabañas para alquilar. Y asistió durante ese invierno a un taller de tapiz donde conoció a Matías Fioretti, de Viva el Monte, e intuyó que él y su hijo serían grandes amigos. Desde entonces, Nahuel hizo una gran huerta al fondo de las cabañas, y la mantiene cada vez que va porque reparte su vida entre Travesía y Hurlingham, barrio en el que nació.
«Con Viva el Monte compartimos la producción del chañar y algarroba. La miel es de un productor local y los yuyos y semillas salen de mi huerta. Son de algarrobo, mistol, de plantas comestibles y aromáticas. Trabajo con productos de Traslasierra que a Buenos Aires suelen llegar tarde o a precio muy alto porque pasan por muchas manos. Si elaborás, producís y comercializás sin intermediarios, no subís el precio y, sobre todo, sabés cómo se produjo.»

PARA MI EL OBJETIVO ES JUNTAR SEMILLAS. SI EN EL CAMINO PUEDO COMER, MEJOR.
Reconoce como inspiradores a Remo Vénica e Irmina Kleiner, de Naturaleza Viva (Santa Fe) quienes, perseguidos en plena dictadura en los 70, huyeron y se fueron a vivir al medio del monte chaqueño. Allí, hicieron una especie de madriguera en la que parieron y criaron a sus hijos y, por supervivencia, crearon su propio bosque de frutales.
«Si estoy en un lugar tengo que nutrirme de mi entorno, entrar en la sintonía del lugar. Los chilenos comen frutos del mar porque tienen el mar, entonces voy a comer algarroba porque es lo que crece en mi lugar, y si hago un dulce o uso los yuyos para el mate, mejor que sean de acá. El cedrón de otras zonas no es tan perfumado como el de Traslasierra. Las condiciones de presión, humedad, temperatura y mineralidad del suelo cordobés hacen que sea un lugar ideal para las aromáticas» nos explica.



«El campo ya no es la actividad principal de los jóvenes de acá sino que ellos migran a Merlo a trabajar como albañiles, lo que deja desprestigiado el trabajo de campesino. Cuando juntás algarroba, te miran y dicen: ¡pero eso lo comen los chanchos!», cuenta riendo Nahuel.
«La gente cree que el monte silvestre no produce, que no hay nada que hacer con él y lo destruyen, y ante ese paradigma es bueno mostrarles que de ahí salen miel, yuyos, frutos y, además, es el ecosistema de fauna y flora autóctona, y si lo quitás, hay muchas cosas que no se sostienen más», agrega.
LAS CONDICIONES DE PRESIÓN, HUMEDAD, TEMPERATURA Y MINERALIDAD DEL SUELO CORDOBÉS HACEN QUE SEA UN LUGAR IDEAL PARA LAS AROMÁTICAS.


El suyo es un proyecto unipersonal de lo que cosecha en Córdoba y, además, en Buenos Aires organiza dos huertas urbanas, La Chacrita del Galpón, en Chacarita, y La terraza de Apu, en Lomas de Zamora, en ambas creó un banco de semillas y produce también plantines de aromáticas.
Ante el peligro de la inminente Ley de semillas, el avance genético de las híbridas y las Terminator de Bayer/Monsanto, que esterilizan a las semillas circundantes, Nahuel va ampliando sostenidamente su banco de semillas orgánicas, libres y soberanas.

«Quien no sabe hacer huerta y quiere comenzar, lo más probable es que consiga las semillas del INTA, del programa Pro-Huerta y así es como comenzó la mayoría, pero hay alternativas. Hace 30 años no estaba el plan y la gente sembraba. Muchas veces no podés sembrar semillas de lo que comés porque o el fruto no trae semillas o lo cosecharon antes de que madure y entonces la semilla no prende o prende pero es transgénica», explica.



En Temperley hicieron un encuentro para generar nuevas huertas en Zona Sur y Casa de los Frutos fue el único puesto con semillas propias. Ahora comenzaron a dar el taller de huerta en un Centro de Formación Profesional en Flores usando esas semillas. Ya fueron a buscar algunas de un centro cultural de Parque Centenario y de otro de José Mármol.
En el encuentro Semillas de Libertad, que se organizó en el Museo del Hambre previo al encuentro internacional de Nicaragua, fue notorio también que hubiera tan poca gente con semillas propias, sólo estábamos Casa de los Frutos junto a La Chacrita del Galpón de Chacarita y los del VICCU (Vivero de Ciudad Universitaria)».
Para cerrar, Nahuel nos cuenta por qué decidió dividir su vida entre Travesía y Hurlingham: «Ante la necesidad de volver al origen, de sembrar, yo podría quedarme en Córdoba tranquilamente pero todavía me parece que es posible y necesario propagarlo en la ciudad”.
