Viva el Monte
TEXTO Y FOTOGRAFÍAS DE ANA PAULA ARMENDARIZ.
VIVA EL MONTE
LA TRAVESÍA, TRASLASIERRA, CÓRDOBA.
PROYECTO DE CINTIA JANCIK Y MATIAS FIORETTI.
«Para que el monte siga en pie hace falta darle el valor que tiene. Si logramos eso, el monte seguirá vivo», proclaman Cintia y Matías, la pareja creadora de Viva el Monte, una cooperativa que produce alimentos ancestrales nativos en forma sustentable.
«En el monte nativo hay abundancia, diversidad y equilibrio. [El monte] nos da alimento, medicina y materiales de construcción. Sus árboles, además de madera, aportan oxígeno, flores, frutos y ayudan a la fijación del suelo. Hay que preservarlo produciendo y valorarlo recolectando, siempre con respeto”, agregan.
CINTIA JUNTO A QUITUCHO, UNO DE SUS FIELES AYUDANTES.
Cintia y Matías obtienen los frutos que usan para sus productos a través de la recolección manual, cuando estos están maduros y listos para ser cosechados. Desde hace más de una década, ellos salen a recolectar con sus cuatro hijos varones (Julián, Jacinto, Jardín y Quimil) y sus perros Xoloitzcuintle, Quitucho y Chelco. Según la época, primero hacen la recolección del chañar y el algarrobo, después las tunas y el piquillín, y le siguen los hongos, las aceitunas, etc
Con la algarroba, la tuna, el piquillín, el chañar, el mistol, el maíz, el ají kitucho, el amaranto y la kiwicha producen harinas, torrados, arropes, jaleas, dulces, café, jugos, vinagres, alojas, turrones y patay. Antes, los hacían en su casa y usaban un molino manual porque no tienen ni luz ni gas ni agua corriente, pero en 2011 instalaron Viva el Monte en un galpón con electricidad en la ruta que está entre Merlo y San Javier. En el frente de su galpón, la Zapam-Zucum, la diosa protectora de los niños y los algarrobos, nos da la bienvenida dibujada con sus tetas gigantes rodeadas de niños en un mural.
EN EL MONTE NATIVO HAY ABUNDANCIA, DIVERSIDAD Y EQUILIBRIO.
En 2013, Cintia y Matías sumaron al proyecto a cuatro familias amigas (Julián y Mercedes, Beti y Esteban, Diego y Helena y Nahuel, de Casa de los Frutos) y empezaron a participar de ferias y a enviar sus productos, cada vez más variados, a Buenos Aires. También diseñaron etiquetas nuevas y mejoraron sus envases para que no se apolillaran ni se armaran terrones y reivindicaron el patay (una pequeña torta de harina de algarroba blanca prensada, típica de esa zona, que los lugareños están dejando de hacer).
Como antes no tenían finca propia, tenían que viajar para recolectar. En un principio, iban en su Estanciera a cosechar algarroba a algún campo en el que el dueño no la cosechara y les diera permiso, sin embargo, desde hace tres años, van a Mascasin, La Rioja, para la algarrobeada. Este verano, a su regreso, Matías contó angustiado que el monte nativo riojano se está reduciendo año tras año. Una empresa yerbatera muy conocida lo está exterminando y vende como yerba lo que en realidad es bosque nativo chipeado, un verdadero desastre natural. «Que se frene el monocultivo, la desertificación, y que empecemos a valorar lo que tenemos. De esta forma, además, se fortalece a las comunidades locales reafirmando su cultura originaria», reclaman
Gracias a que organizaron dos encuentros en el parque forestal del INTA de Villa Dolores junto a otros productores orgánicos, su proyecto se hizo aún más visible. Por otra parte, llevan sus vinagres de piquillín a las ferias de intercambio de semillas y la gente que no conoce ese fruto puede probarlo.
Ante el peligro de la inminente Ley de semillas, el avance genético de las híbridas y las Terminator de Bayer/Monsanto, que esterilizan a las semillas circundantes, Nahuel va ampliando sostenidamente su banco de semillas orgánicas, libres y soberanas.
Este año, Viva el Monte compró una finca de 35 hectáreas de monte nativo en Guanaco Boleado, muy cerca de Travesía, junto a unos amigos de la ONG Juntos somos un bosque: «Un poco para hacer reserva, otro poco para cosechar de esos árboles, la mayoría algarrobos centenarios».