AMATEUR
Notas sobre un club de patinaje aficionado
No son muchas, pero su ráfaga centelleante de colores hace palpable su presencia en todo el cementerio. No hacen despliegue de piruetas, la mayoría está empezando a retomar contacto con una disciplina de la que se habían despedido en su niñez, pero la felicidad que sienten y emanan al deslizarse es tan simple y real que deslumbra. Atraídas por la emoción de divertirse y la intriga que genera el adentrarse en nuevos movimientos, frecuentan los pasillos del Cementerio de Chacarita sintiendo las vibraciones de las distintas superficies que atraviesan, resignificando este espacio y el patinar en un pequeño acto poético.
FOTOS DE FÉLIX BUSSO | TEXTO DE BABUN FEROZ
La primera vez que usé patines tenía cinco años, recuerdo que eran artísticos, de color rojo con diseños a los costados y cordones amarillo fluorescente. Me encantaban. Rememorarlos ahora incluso, me transmite mucha felicidad. Tengo el recuerdo de estar tomada de las manos de mi mamá mientras ella me iba impulsando hasta que por fin logré andar sola. Me parecía increíble lo rápida y ligera que podía llegar a ser.
Hace años que no me subía a unos rollers. Al principio fue volver a sentir el peso de la cuerpa e ir encontrando nuevamente mi equilibrio hasta tomar valor y entregarme al vuelo.
LI
Aprendí a patinar cuando era muy chica, ni me acuerdo qué edad tenía, pero me acuerdo que salía con mi vecina Paula, con quien todavía somos amigas y actuales compañeras de patinaje. A las dos nos regalaron patines en el mismo momento y aprendimos en la esquina de casa, justo cuando estaban pavimentando la calle. De ahí pasamos a un enorme playón en la estación de tren de Ezeiza. Ahora lo veo y me parece diminuto.
Volvimos a subirnos, un rato cada una, arrancando y avanzando muy despacio después de… veinte años?
Desde ese día empezamos a salir todos los sábados. Me despierta el deseo de patinar. Cambié salir los viernes por patinar los sábados bien temprano. Y voy girando con los patines en la mochila a todos lados.
DANI
Tratamos de reunirnos a patinar por el cementerio siempre que podemos, y siempre que llega la hora del cierre nos están buscando para echarnos.
Nos quedamos patinando hasta que vinieron los de seguridad. No entendían nada.
Ya demasiado tienen con los fanáticos de las tumbas, y ahora caían unas locas ¡patinando con tutús…!
Ya no puedo asociar al cementerio de Chacarita directamente con la muerte, ¿o sí? Pero de otra manera.
Amamos ese lugar. Hay bajadas interesantes, y la entrada – con esas columnas – tiene un piso increíble para deslizar, probar giros.
Fuí a la feria de Dorrego el próximo sábado y ví unos Kappa hermosos. No los compré, me quedaron entre ceja y ceja, volví el sábado siguiente a buscarlos y no estaban, pero encontré otros Kappa en el mismo puesto y, aunque no eran tan lindos como los que había visto el fin de semana anterior, servían para arrancar.
La bota del rollerskate es mas suave que una de cuero clásica porque está preparada para saltar. Y las ruedas son gomosas, se pegan mejor al piso.
Pienso el resurgimiento de los quads (patines de cuatro ruedas) como una expresión más del empoderamiento femenino de esta época. Se expresa de formas muy diversas y en alguna encajás. Para las más guerreras está el Roller Derby, para las pequeñas “Soy Luna”, para las extremas Barbie Patín, y para las bailarinas el Roller Dance o patinaje artístico. Lo que une a todas estas manifestaciones es la adrenalina que produce estar sobre ruedas, y la sensación de libertad total.
Los primeros patines que tuve eran los clásicos de metal extensibles. Tenía alrededor de cinco o seis años. Luego llegaron los rollers de plástico en los 90s y los usé hasta cumplir doce, es decir: hasta que me creció el pie y nunca más.
Retomé el hábito del patín hace dos años. El cuerpo tiene más memoria de lo que imaginamos, el equilibro no se olvida.
El patinaje es felicidad instantánea, es disfrutar de algo tan simple como deslizarse.
MELI
Comencé de niña con unos metálicos con tiras naranjas y recuerdo que apenas podía moverme. Eran como la ortodoncia, los aparatos fijos pero en los pies. Muy rudimentarios, pesados, ruedas duras. De grande me compré los inline y adquirí velocidad, más tarde con los quads empecé a patinar al ritmo de la música.
Me gusta tirar alguna pruebita al andar. Me sale ir para atrás, girar tímidamente y cambiar de dirección. A veces mi mente gira pero mi cuerpo no y termino al ras del asfalto. Este año me quiero animar a las rampas.
NATALÍ
Hacemos picnic, nos tiramos en el pasto, escuchamos música.
Es un plan perfecto.
Patino de manera espontánea y mi vestimenta privilegia la comodidad.
Suelo vestirme rápido y salir. Me pongo cualquier cosa que me permita moverme o me proteja de raspaduras.
He patinado con vestidos sintiendo como el aire se cuela por dentro.
Si hay un festejo, siempre tutú.
Una madrugada perdí el equilibrio durante el eclipse de luna llena en cáncer.
Ya me caí mil veces y me voy a seguir cayendo mil más. Me dí varios golpes feos, como una fisura en el coxis que tardó meses en sanar. ¡Si hubiera un culotte armadura lo usaría sin duda!
Aprender a caer es otra de las cosas que hay que aprender junto con patinar.
Si vas a un skatepark o agarrás bajadas empinadas, tenés que usar TODO (coderas, muñequeras, rodilleras, casco).
El miedo es terrible para cualquier deporte y el exceso de confianza también.
