hinoki
TEXTO Y FOTOGRAFÍAS DE ANA PAULA ARMENDARIZ.
En el 2010 mi amigo Julián Gatto trajo de Japón unos pedazos de hinoki para tallarlos y usarlos para sus grabados (en ese entonces usaba una técnica llamada Ukiyo-e aprendida allá). Sentí el perfume delicioso de esa madera y anoté su nombre para no olvidarlo. Tiempo después lo busqué en Google para ver si en Argentina existía y apareció una nota que le habían hecho a un tal Naohiro Tada que lo cultivaba en Colonia Luján, Misiones.
Unos meses después viajé a El Soberbio de vacaciones con mi pareja de entonces y le propuse desviarnos para ir a ver esas plantaciones. Llamé al teléfono que aparecía en esa nota y dí por sentado que había hablado con Naohiro. Pero cuando nos vino a buscar (insistió en hacerlo porque no es fácil llegar a la Colonia), nos aclaró que era Mariano, su hijo, y nos contó que Naohiro había muerto hacía dos años.
Le pregunté por los hinokis y, asombrado porque habíamos ido hasta ahí tras ellos, nos subió a su Mitsubishi para ir al bosque que plantó su padre. Dijo que hacía tiempo que no caminaba por ahí porque le recordaba la pena que sintió Naohiro. Explicó que había sido su gran frustración porque plantó muchísimos ejemplares viendo que crecían mucho más rápido que en Japón pero que a medida que el tiempo pasaba notaba que la forma del tronco en lugar de mantenerse gruesa y constante, se iba afinando y la madera terminaba siendo durísima, más oscura y sin perfume. Y que no servía para nada, nada. Entonces tuvo que cultivar kiri, que es más común en esa zona, mandarinas, que también abundan, y jengibre.
El sentimiento de frustración que salía de su relato sobre la inmigración japonesa, al principio tan prometedora, hasta que comprobaron que el clima y el suelo no eran lo que habían imaginado, provocaba muchas ganas de ayudarlos como fuera.
Nos contó que quedan sólo 7 familias de las 90 que se instalaron originalmente y nos presentó a su compañera, Adriana (también nikkei, como se llama a los hijos de japoneses que viven fuera de Japón) y a sus hijos, Arashi (su nombre significa Tormenta) e Ishizuka (Calma) y así como los nombraron desde que nacieron se comportaron.
TADA EN EL BOSQUE DE HINOKI — EN PUERTO RICO (MISIONES).
TRONCO DEL HINOKI.
MANDARINOS, KIRIS Y HINOKIS.
IHAI (PLACA CONMEMORATIVA) TALLADO EN HINOKI POR MARIANO PARA SU PADRE NAOHIRO TADA. DICE «ESPÍRITU DE LOS ANTEPASADOS DE LA FAMILIA TADA».
El día que compartí en Facebook la foto del kiri rodeado por el hinoki y las mandarinas, Malena Higashi, una periodista descendiente de japoneses, me envió una crónica* sobre esta misma colonia que escribió Rodolfo Walsh en los años 60 y que me resonó mucho porque ambos fuimos testigos de su desencanto.
Últimamente participo de los encuentros de la Red de Plantas Saludables y Buen Vivir y de intercambios de semillas organizados por REVINA (Red de Viveros de Plantas Nativas) en los que se fomenta el cultivo y uso de plantas nativas o autóctonas. Estas plantas, que venían creciendo espontáneamente y ahora son nuevamente sembradas y re-valorizadas, aportan biodiversidad al llamar a sus polinizadores: pájaros, mariposas, abejas, abejorros y demás animales; viven en total armonía con éste entorno natural y, siendo originarias de ésta bio-región, prosperan fácilmente. Entonces recordé al querido hinoki que Tada trajo especialmente porque le recordaba a su Japón amado, y pude imaginar el dolor de esa falla de comprensión de ambos, el lugar y él.
* ESTA CRÓNICA, PUBLICADA ORIGINALMENTE EN LA REVISTA PANORAMA, EN 1967, SE INCLUYÓ LUEGO EN LA ANTOLOGÍA «EL VIOLENTO OFICIO DE ESCRIBIR. OBRA PERIODÍSTICA 1953-1977» (PRIMERA EDICIÓN, 1995). EDICIÓN A CARGO DE DANIEL LINK, EDITORIAL PLANETA, BUENOS AIRES, 1995. Y EN LA 2DA EDICIÓN, CORREGIDA Y AUMENTADA, A CARGO DE DANIEL LINK, CON PRÓLOGO DE ROGELIO GARCÍA LUPO, EDICIONES DE LA FLOR, BUENOS AIRES, 2010.